Que puedo decir de la meji…
Conocí a Cristina, la meji, en un bar de Rosario, la ayudé a pedir un panqueque de dulce de leche: en mejicano se dice “waffle de cajeta” y el mozo no entendía. Fue amistad a primera vista. De ahí en más, nos reímos, lloramos, nos peleamos, nos re-amigamos, y así se fue tejiendo una relación cada vez más cercana de la familia.
Años después, vino un día para contarme que estaba enamorada, “qué gracioso, la mejicana y el francés”, me dijo, “teníamos que encontrarnos”. Me lo trajo a casa y ya yéndose, le dijo que había olvidado algo, se volvió sola, yo la estaba esperando (cuestión de códigos creados juntas), me preguntó: “Y?, te gustó?”. “Sí”, le contesté, “tiene lindos ojos, parece tierno”. “Sí, yo sé que éste es el bueno, soy feliz como nunca”. Fue lo último que me dijo. “Chau, cuidate …” Y ahí se fue con su novio francés, que después se llamó Yves y tuvo una historia en los relatos de su padre, su hermana Brigitte y su amiga Elé.
Y así se quedaron en mi memoria, riéndose como se ríen los amores que empiezan, lindos y jóvenes para siempre.
Para los que quieran saber cómo era Cristina, sepan que era una mujer fundamentalmente apasionada, cabeza dura, de principios y convicciones fuertes, no muy diplomática, verdadera. Y era mi amiga…
“Viste meji, ése era el bueno, con el que compartiste todo, amor y militancia, con el que estuviste hasta hoy y con el que seguirás estando. No te equivocaste”.
Analía Saint-Girons