A la señora Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, gracias por recibirnos en la Casa de Gobierno.
Al gobernador de la provincia de Santa Fe, Hermes Binner, y a su vicegobernadora Griselda Tessio que supo atender mis reclamos en tiempo en que ella era fiscal.
A las autoridades francesas, al embajador Jean-Pierre Asvazadourian, al secretario Guillaume Mounier, al cónsul saliente Gilles Montagner y a varios de los que los precedieron en los cargos.
A quien corresponda de los tres poderes del Estado que permitieron que se anularan las leyes de impunidad y los indultos.
A los organismos de derechos humanos, madres, abuelas, hijos, hermanos, familiares, ligas, asambleas, asociaciones, centros de estudios, al Instituto Espacio para la Memoria, a Barrios por Memoria y Justicia.
A los que en Francia salieron a denunciar y apoyarnos desde el primer momento, que manifestaron cada jueves durante años frente a la embajada argentina en París denunciando a la dictadura.
A los familiares de los detenidos-desaparecidos franceses y de origen europeo, con quienes emprendimos una búsqueda colectiva.
A los compañeros de Rosario, sobrevivientes, testigos, militantes que mantienen viva la memoria en las paredes y en las calles.
A los abogados de Buenos Aires, Rosario, Santa Fé y París que intervinieron en las múltiples etapas de esta larga búsqueda.
A tantos periodistas y medios de distintos países que amplificaron una y mil veces nuestros reclamos.
A mis hermanos y sus familias, en particular a mis padres que al fin pueden dar vuelta una página, levantarse a la mañana sin preguntarse "¿dónde está?".
A mi compañera y a toda su familia, a mis hijos y nietos, un sostén cotidiano.
A la familia y a las amigas de Cristina, la compañera de mi hermano.
A mis amigos de toda la vida, que fueron también amigos de mi hermano. A los nuevos amigos de estas últimas décadas.
A los compañeros de distintos gremios, siempre solidarios.
A la comunidad de la Iglesia Santa Cruz que, una vez más, abre sus puertas a la memoria y al homenaje.
A los compañeros de militancia de mi hermano, que lo recuerdan con mucho cariño y que siempre me han hablado de lo buen tipo que era (eso yo ya lo sabía).
A los habitantes de Melincué, de Carreras y de los aledaños, a los empleados del cementerio y del juzgado, a todas las manos anónimas que depositaron flores sobre las tumbas sin nombres.
Un agradecimiento especial a la Dirección de Derechos Humanos de la provincia de Santa Fe, cuyos integrantes desde un primer momento se pusieron a nuestra disposición y nos acompañaron.
Al Equipo Argentino de Antropología Forense. Todo el trabajo que están llevando adelante merece mucho más que el reconocimiento, también el permanente apoyo a todo nivel, institucional, financiero, internacional.
Son notables los recientes aportes de la ciencia aplicada al servicio de la identidad, de la verdad, de recabar pruebas para los juicios contra los represores. No hay que aflojar ni un tranco, tanto en preservar y consolidar al EAAF como al Banco Nacional de Datos Genéticos.
El momento es oportuno para invitar a que todos los familiares de detenidos-desaparecidos aporten su sangre para el banco de ADN en el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Desaparecidos, los resultados están a la vista.
A la Escuela Pablo Pizzurno de Melincué, un interminable abrazo a los chicos y docentes que un día de 2003 emprendieron el loco sueño de descubrir quiénes eran esos dos jóvenes acribillados y tirados a la vera del camino en septiembre del 76 y sepultados como NN, y lo lograron.
Un último pensamiento por Silvia Suppo y Julio López, por Nunca Más, por verdad, por juicio y castigo, por memoria y por un justo homenaje a todos y cada uno de quienes pelearon por una sociedad mejor y hoy pueden sentirse representados en mi hermano y en Cristina. Sin dudas, éste es un triunfo de todos.
A todos mil gracias. Juntos podemos decir: tarea cumplida.
Eric Domergue |